El rasgo climático más característico y con más impacto sobre el cultivo es el fuerte viento del norte, la Tramontana, con rachas que a menudo superan los 120 kilómetros por hora, y que tiene unos efectos muy beneficiosos para el buen estado sanitario de la viña.
Por otra parte, los inviernos son suaves, con pocas heladas, y los veranos calurosos, atemperados por las brisas marinas. La temperatura media anual está comprendida entre los 14 y los 16ºC. La pluviometría se sitúa alrededor de los 600 litros anuales. En lo que se refiere a la temperatura y la insolación, la zona ampurdanesa se sitúa en la región III de la clasificación Winkler y Amerine, lo que la convierte en idónea para el cultivo de variedades de ciclo mediano y largo, y extraordinaria para la elaboración de vinos dulces naturales.
En conjunto, el clima resulta muy favorable para el buen desarrollo vegetativo de la viña destinada a la producción de vinos de calidad, sin las estridencias de los vinos meridionales.